viernes, 19 de diciembre de 2014

Punto final

   Un silencio envasado al vacío. Así, de pronto, una mañana cualquiera de viernes. Como la de hoy mismo. Terminar una historia. Punto final. No saber qué has escrito. Ni para qué. Ni para quién.
   Y, sin embargo, seguir buscando argumentos mientras caminas por la calle. Seguir viendo rostros difusos allá al fondo, al otro lado de los árboles. Escuchar sus voces ahogadas cuando abres la puerta del armario para coger una chaqueta vieja.
   El narrador, Marcos de Lorenzo, se arrojó anoche contra el cielo sucio de Madrid. Y ahí acabó todo. Dejó su historia terminada. Definitivamente abierta. Es decir, terminada. No te empeñes en buscar más palabras. En todo caso sobran. No pretendas convertirte en protagonista de una historia que no te pertenece. Anoche, antes de abrazarte y emprender viaje, Marcos -recuérdalo- solo te pidió que limpiaras el texto de erratas.