martes, 24 de noviembre de 2015

Santa Eugenia

   Esta tarde he pasado por Santa Eugenia. Buscaba la calle de Puentelarra. Me costó llegar (no conocía la zona), pero esta vez fui sin prisas. Necesitaba disfrutar del momento. Aparqué. Busqué el número 7. Hablé con algunos vecinos. Miré. Respiré.
   Cuando el libro, tras un instante de duda, fue recogido por una chica de unos veinticinco años, pensé en algo similar a esa noche de enfebrecido cansancio que desemboca en un punto final. No uno provisional, sujeto a revisión, sino un punto final sin remedio, sin vuelta atrás. Hasta aquí la escritura. A partir de aquí, nada. U otra cosa. Tal vez el siguiente libro.
   La chica respondió amablemente que se lo daría a Pilar. "Muchas gracias", dijo. Pilar. Pilar. Me pregunto qué sentirá Pilar Manjón -quizá esta misma noche, quizá ahora mismo- cuando atraviese el segundo capítulo.