Vigilo las ausencias, los tiempos muertos, los entretantos. Juego a adivinar qué estará haciendo precisamente ahora. Me atrevo incluso a preguntarme si andaré revoloteando por su cabeza como ella en la mía. "Imposible", me digo. No soportaría tanto tiempo.
Hasta que un día, de repente, decido que ya basta. Se acabó.
Miro hacia la ventana. El viento ha colgado un escalofrío de nubes en el cielo. La contaminación de estos últimos días se ha diluido de repente. "Pues más o menos igual haré yo", dice él –mi personaje–, me temo que pensando todavía en ella.
Hasta que un día, de repente, decido que ya basta. Se acabó.
Miro hacia la ventana. El viento ha colgado un escalofrío de nubes en el cielo. La contaminación de estos últimos días se ha diluido de repente. "Pues más o menos igual haré yo", dice él –mi personaje–, me temo que pensando todavía en ella.