martes, 24 de noviembre de 2015

Santa Eugenia

   Esta tarde he pasado por Santa Eugenia. Buscaba la calle de Puentelarra. Me costó llegar (no conocía la zona), pero esta vez fui sin prisas. Necesitaba disfrutar del momento. Aparqué. Busqué el número 7. Hablé con algunos vecinos. Miré. Respiré.
   Cuando el libro, tras un instante de duda, fue recogido por una chica de unos veinticinco años, pensé en algo similar a esa noche de enfebrecido cansancio que desemboca en un punto final. No uno provisional, sujeto a revisión, sino un punto final sin remedio, sin vuelta atrás. Hasta aquí la escritura. A partir de aquí, nada. U otra cosa. Tal vez el siguiente libro.
   La chica respondió amablemente que se lo daría a Pilar. "Muchas gracias", dijo. Pilar. Pilar. Me pregunto qué sentirá Pilar Manjón -quizá esta misma noche, quizá ahora mismo- cuando atraviese el segundo capítulo.

jueves, 22 de octubre de 2015

No te engañes

   Nunca. No merece la pena. Si te dejas llevar, acabarás pagándolo carísimo. Nunca te engañes. Jamás te dejes seducir por el discurso fácil de quien simplemente saluda. Y recuerda, además, que el desdén también sabe dar enhorabuenas.

viernes, 16 de octubre de 2015

El día

   Hoy es el día. No sé si hoy exactamente. Tal vez. Pudiera ser. Pero no pretendo ofrecer un dato. Pienso más bien en una sensación. Y sí: hoy es el día. Hace ahora un año estaba escribiendo, dando vueltas por ese laberinto informe en el que serpenteaba como pez en agua turbia. Hace un año. Más o menos. Es ya demasiado tarde para enmendar nada. Se acabó. Hoy es el día. Me temo. 
   Un buen amigo ha escrito hace un rato: "Convencido de que será incluso mejor de lo que me imagino". Cuánto miedo difuso. Qué sensación tan extraña: saber que alguien (un amigo, para colmo) espera algo bueno de ti. Qué terriblemente halagador. Ojalá pudiera empezar a escribir de nuevo. 

martes, 29 de septiembre de 2015

Un mundo feliz

Aunque no me gusta explayarme, ante una pregunta tan clara y directa ("¿eres feliz?") acabé respondiendo dos veces. Llevo días intentando comprender por qué.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Un abrazo a tiempo


En su intento de esquivar el acoso de los demás, el pequeñín tropezó con Claudia y acabó abrazándose con fuerza a sus piernas. Seguramente buscaba a su madre y encontró a Claudia. Las dos llevaban un abrigo rojo. Seguramente Claudia buscaba un abrazo y encontró a ese niño que reclamaba protección. Una de las madres rió. Quizá Claudia llegó incluso a sonreír. Estaba de espaldas. Un par de minutos después seguía exactamente en el mismo lugar, varada en mar abierto, y decidí que definitivamente era su dolor y ahora yo solo podía calmar el mío.

lunes, 27 de julio de 2015

La tozudez y el cansancio

   Escribir es un ejercicio de paciencia, de dosificación de fuerzas, de tenacidad. Eso creía. Con los años he comprobado que escribir, además de todo ello, es una demostración cotidiana de tozudez, de terquedad. Si quieres publicar, debes ser terco. Testarudo, obstinado, pugnaz. Con frecuencia hay que armarse de fe para seguir insistiendo. Porque la realidad te derrumba, te carcome lentamente, con una eficacia tan demoledora que casi prefieres olvidarlo todo de inmediato. Por fortuna a veces ocurre algo extraño en tu interior: mientras saboreas en silencio la derrota, urdes ya la venganza, la reacción inmediata, la estrategia con la que desafiar al cansancio y a la lógica.
   Escribir es un ejercicio de obstinación insensata. Particularmente en esa fase en la que ya no tienes nada que escribir (o eso crees), pero la tarea de la escritura se enfrenta a su momento decisivo: saber si alguien quiere publicar tu historia. Si entonces te fallan la testarudez y el empecinamiento, acabarás claudicando como tantos y tantos otros. Claudicar, sucumbir, aceptar el fracaso. Eso es lo que puede acabar ocurriendo si te resignas a ser ponderado y juicioso. 
   Quedas avisado.   

sábado, 25 de julio de 2015

Correo tras el café en el Comercial

  "(...) Aprovecho para contarte algo importante. Me pillas delante del ordenador, revisando el texto. Intento ver dónde encajar algunas de tus sugerencias. Imposible. No por cabezonería, ni por orgullo, ni por pereza. Es que ya estoy fuera de la historia. Terminé de escribir hace seis meses. Desde entonces he leído varias veces, he corregido erratas y he modificado trazos menores, pero ahora me siento ya incapaz de afrontar otro tipo de cambios. La historia ya no es mía. Se me ha ido. Para bien y para mal".

miércoles, 22 de julio de 2015

Impotencia verbal

Después de escribir "extraordinaria", "inteligente", "sensible", "generosa" y "alegre" (además de algún otro término que solo ella podía descifrar), anotó: "Se me acaban los adjetivos y tú sigues".

viernes, 17 de julio de 2015

Síntomas

   Algo le habían contado, pero no hizo mucho caso. Cuentan tantas estupideces. El caso es que un buen día, en una fiesta de graduación de la Facultad, los encontró cuando se disponían a entrar en el Salón de Actos. 
   - ¿Qué tal estáis? -preguntó mientras intentaba hacerse a un lado para no molestar.
   Él no tuvo oportunidad de responder. Solo pudo bosquejar algo que parecía una sonrisa. Un conato de sonrisa, más bien. Ella se adelantó:
   - La convivencia, bien -dijo-, pero creo que ya no nos deseamos como antes.

miércoles, 15 de julio de 2015

Narración plana

"La narración de tu novela es demasiado plana", dijo la editora en su amable correo. Lleva razón. En realidad es muy generosa. Ni siquiera discute lo de "novela", aunque le parezca "demasiado plana".

martes, 30 de junio de 2015

Lo que el dolor ha unido

La herida que supuso aquella separación los unió para siempre.

lunes, 12 de enero de 2015

Ajuste de cuentas

Escribir solo por necesidad. Solo con acento (yo lo prefiero sin acento para que en caso de duda no decida el acento, sino el lector: es decir, tú). No como desahogo ni como liberación terapéutica. Para eso mejor pegarse una paliza corriendo. O estrenar un diario personal. O dormir. No, no es eso. Escribir por necesidad es escribir para ajustar cuentas con el mundo y contigo mismo, para comprender, para quedar en paz. Me gusta esa expresión tan gráfica: "ajuste de cuentas". Como anotan muchos periodistas en las crónicas de sucesos cuando no tienen ni la más peregrina idea sobre qué ha ocurrido de verdad: "la policía baraja la hipótesis de un ajuste de cuentas...". ¿Cómo se baraja una hipótesis?
En el silencio -todo conjetura- que sigue al acto de escribir, una nota, un mensaje, un intercambio de pareceres. Unas palabras que me hacen pensar: "si he de ser indulgente conmigo misma, cómo no serlo con los demás (...). Muchos de los personajes se te han escapado vivos. Has sido, pues, también indulgente. Mucha suerte".  Etcétera.
Hubo críticas mucho peores sobre el texto, pero esta atacaba sutilmente a la razón misma de escribir. Entendido. Bien está. Conclusión: nunca escribir por algo o por alguien. Jamás. Puedes escribir por necesidad (si quieres), pero jamás por algo o por alguien. Escribir a conciencia y en conciencia, sin esperar nada, absolutamente nada. Liberar el silencio posterior a la escritura de toda interferencia. Nada de mensajes. Ni un solo intercambio de pareceres para obtener aprobaciones. No escribes para nada ni para nadie. Solo escribes por necesidad. Para ajustar cuentas.